jueves, 23 de agosto de 2012

—Verás, cada persona huele diferente, tiene una esencia distinta. Si encierras a
un alcohólico en una habitación repleta de cerveza rancia, se la beberá alegremente,
pero si ha superado el alcoholismo y lo desea, podría resistirse.
«Supongamos ahora que ponemos en esa habitación una botella de brandy
añejo, de cien años, el coñac más raro y exquisito y llenamos la habitación de su
cálido aroma... En tal caso, ¿cómo crees que le iría?
Permanecimos sentados en silencio, mirándonos a los ojos el uno al otro en un
intento de descifrarnos mutuamente el pensamiento.
Edward fue el primero en romper el silencio.
—Tal vez no sea la comparación adecuada. Puede que sea muy fácil rehusar el
brandy. Quizás debería haber empleado un heroinómano en vez de un alcohólico
para el ejemplo.
—Bueno, ¿estás diciendo que soy tu marca de heroína? —le pregunté para
tomarle el pelo y animarle.
Sonrió de inmediato, pareciendo apreciar mi esfuerzo.


—Sí, tú eres exactamente mi marca de heroína.